La «no mente». Sí. Muy bien.
¿Cómo la cultivo?
¿Qué más se puede hacer?
Dejar de analizarlo todo y pasar a vivir desde un piloto más instintivo, en el que no lo filtras tanto por la mente. Simplemente haces y te entregas al disfrute (o no tanto, a lo mejor aquí puede haber barreras que trabajar aún).
Hablo del disfrute como una consecuencia de entrar en el reino de la no-mente.
Creo que hay varias actividades por las que se podría empezar para cultivar este disfrute desde el «cultivo de la no-mente».
La primera de todas podría ser la meditación pero no la voy a incluir aquí. En esta sección me interesan otro tipo de actividades como la de por ejemplo, no estar haciendo nada en casa, y sin estar meditando, estar disfrutando de ese «no hacer».
1. Disfrutar de no hacer nada (sin tener que estar meditando)
En el día a día nos fríen con «vídeos que ver», «artículos que leer», ebooks descargables gratuitos en los que te prometen la felicidad absoluta… Y pienso en voz alta, pero pienso que a lo mejor la solución es ser más selectivos con lo que se consume a nivel de contenidos, empezando por mí.
Yo antes veía 4098 series en Netflix. Ahora he llegado a tal punto que hace tiempo que no lo abro porque no necesito esa distracción diariamente. Antes desayunaba, comía, merendaba y cenaba con algún contenido de la plataforma. Me abandonaba a ello y yo desaparecía por completo.
Tengo las estanterías de casa llenas de libros, algunos de ellos sin leer por falta de tiempo o de foco y las barras de marcadores de Google Chrome también repletas de enlaces a noticias que «necesitaba leer más tarde».
¿Qué es «más tarde»? Seamos sinceros, a veces ese momento no llega nunca.
Para mí es un triunfo estar en casa observando las musarañas o estar mirando hacia las estanterías y no sentirme culpable de todo lo que tengo que ver o leer. Me siento liberado sabiendo que «no lo necesito».
No podemos absorber ni gestionar todo el contenido que nos llega.
Puedes estar con una infusión, contemplando el exterior de la casa o las plantas del balcón, pero sin conscientemente estar pensando: «miro la infusión, cojo la taza» o «miro hacia el balcón». Muchas veces entramos en modo mindfulness porque le ponemos etiquetas mentales o palabras a los conceptos… Esto es precisamente lo que intentamos en la «no-mente» frenar: prueba a no ponerle palabras a cada cosa que mires (es difícil).
2. Cantar
Otra de las actividades que integran la sabiduría, conocimiento y acción de todo el cuerpo es cantar. Con ella se puede perder la mente fácilmente y olvidarte de que eres un ser pensante.
Desde hace muchísimo, cantar es una de mis aficiones más recurrentes. Cuando cantamos, la voz está conectando la mente, las emociones y el cuerpo y le está dando forma como ondas de sonido físicas… Lo está transformando en algo tangible.
Todo el cuerpo se estremece y se funde en una actividad que permite que convirtamos en material todo eso que sentimos o pensamos y no nos atrevemos a sacar.
El hecho de movernos, escenificar mientras cantamos… es bueno. Le da más forma a todo eso que sentimos y nuestro instinto nos pide sacar de alguna manera. Tal como salga, que los brazos, la cadera y las piernas sean la extensión de nuestras voces.
3. Escribir un diario y practicar la «escritura automática»
Tener un lugar donde poder volcar los pensamientos y que la mano vaya sola… Es una de las mejores ayudas para vaciar la mente.
Es otra forma de llegar a lo que algunos llaman el modo sin filtros. Hay quienes ya vienen con él instalado por defecto, pero a otros nos cuesta sacarlo, yo diría que a la mayoría de los seres humanos que conozco… Tenemos bastantes filtros activados y nos impiden ser libres.
Ir perdiendo filtros a lo largo de la vida es parte de mi aventura personal. Documentar en un diario cada día en este proceso: lo que siento, lo que pienso, lo que hago.
Seré vintage, pero soy de los que piensa que ir a por el papel es la mejor opción, y si es con lápiz (no boli), mejor. Cuando cogemos un lápiz, volvemos a los orígenes, a cuando no escribíamos en boli, que es un invento un poco más avanzado. Escribir a lápiz y ver cómo se va consumiendo, cómo nuestra historia va haciendo que quede menos mina… Me parece mucho más orgánico en papel.
Este diario ha sido uno de los agentes que ha hecho que las contracturas de mis hombros bajen bastante, solo con el hecho de volcar toda la energía que estaba acumulando en el cuerpo.
Cuando estés delante de la hoja de papel, empieza escribiendo la mayor chorrada del mundo, déjate llevar por el lápiz: y sigue, seguro que a la cuarta frase empieza la magia y empiezas a coger carrerilla contándole cosas al cuaderno.
4. Bailar
Menear el cuerpo y hacer que el corazón baile es una actividad per se sanadora. No debería tener que deciros qué canción escoger, porque eso seguro que ya lo sabes si te digo la palabra «bailar». Seguro que tienes una canción en la mente con la que lo petas.
Bailando interviene todo el cuerpo y al final la mente aquí no pinta gran cosa, no va a estar diciéndonos: mueve el cucu un poco a la izquierda. No. Tú bailas dejándote llevar por los movimientos… y que salga lo que salga.
Si le ponemos cabeza, podemos memorizar una coreografía pero al final se trata de pasar al instinto esa coreografía y que nos salga «sin pensar», de tanto que la ha practicado el cuerpo.
Pero vamos, que bailar moviéndote como sea, sin coreografías que valgan, ya te acercas al reino de la no-mente. Disfrutarás de un ratito sin estar pensando (aunque hay algunas mentes tramposas que hasta bailando están maquinando; esto ya es otro capítulo).
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Pongo mi foco en esas actividades que me permiten dejar la mente en otro lado, me abandono a ellas y produzco una integración entre instinto, emociones, mente y espíritu. Produzco momentos de conexión total.
Produzco momentos de disfrute.
¿Cuáles son las actividades que te desconectan la mente y te hacen vibrar como un volcán?
Fotografía de KAMRAN gholami en Unsplash