Parece que todos somos superhéroes y que nadie tiene problemas. Nadie tiene heridas emocionales y nadie siente tristeza. Pero si entras en Twitter por ejemplo, encontrarás estrés postraumático, ironías, reproches, críticas, chistes, gente ridiculizando a otros por hacerlo mal o diferente a como ellos lo harían.
Noticias de muertos, noticias de enfermos, noticias de contagios, noticias de gobiernos que no hacen las cosas como a la gente le gustaría.
¿Cuánta infoxicación estamos viviendo? ¿Realmente es necesario consumir tanto contenido negativo a lo largo del día?
Pero luego en Instagram gran parte de lo que se ve son cuerpazos, casazas, vacaciones y cocinas espectaculares.
¿Cómo manejamos nuestros problemas? Muchos no acudimos a las redes sociales a contarlos, pero sí que las usamos para contribuir a la construcción del monstruo irreal del inconsciente colectivo.
Entretenimiento: otra palabra que me cae mal. De vez en cuando esto es lo que consumimos para no mirar hacia donde nos molesta. Nos ponemos una serie de Netflix y se nos pasa que hemos tenido un mal día en el que a lo mejor la herida del abandono y la herida del rechazo nos han dolido mucho.
En vez de enfrentarnos a lo que nos duele, escapamos contribuyendo a hacer otras cosas, mirar hacia fuera sin manifestar esa vulnerabilidad: encontrarnos en una realidad paralela en la que somos maravillosos y estéticamente perfectos.
Lo imperfecto no parece interesar, y si te quejas, los demás te llaman tóxico y se alejan. A lo largo de mi vida he tenido unos cuantos «amigos» que luego me he enterado por detrás que no me aguantaban. Ahí va más herida del rechazo, pero con la cara externa de amistad. Con el tiempo estas personas se han ido quedando más lejos de mi realidad.
Confieso que tengo varias heridas, las dos que más grandes se me han hecho son la del rechazo y la del abandono. Cuando tengo días en los que me despierto sintiendo las dos a la vez, me cuesta mucho levantarme de la cama y siento que el mundo va a ser un lugar difícil de habitar, porque va a haber gente falsa a mi alrededor y no voy a encontrar mi lugar.
Hay días que no me apetece levantarme.
Pero aún así, con todo esto, cada día encuentro la fuerza para levantarme y abrazar estas heridas, hacerme cargo de ellas y vivir. Si no sonrío, pues no sonrío… Hay muchos que se piensan que la alegría es sinónimo de felicidad, y la verdad es que la felicidad es un poco más cercana al mar en calma, al yin-yang con sus dos caras: la luz y la sombra.
¿Cómo gestionar la herida del abandono?
Mi mayor aliada ha sido la música (tanto escucharla como cantar y/o escribir mis historias, letras y canciones), además de la meditación. Y unos cuantos momentos de velas aromáticas en el salón, repitiéndome que «yo puedo y sé darme el amor que los demás no me han podido/sabido dar». En el pasado mi remedio para tratar la herida del abandono fue intentar crear familias con todos mis amigos y salir fuera a comer, merendar y cenar siempre. Buscar fuera porque lo que me esperaba en casa eran tristeza, lágrimas e impotencia.
Pero para mí, yo creo que una manera más ecológica es la de buscar dentro el bálsamo del amor y la aceptación -esto es una aventura que cada día duele un poquito menos, pero con sus altibajos-, así puedo ir a cualquier parte del mundo yo solo y sentirme en compañía, sin necesitar eternamente estímulos, personas y relaciones con las que escaparme de contactar con lo que duele en muchas ocasiones: quedarme conmigo mismo.
El trauma no se construye con rechazos y abandonos concretos de personas concretas, sino con la repetición aleatoria e indiscriminada de estas acciones. No es tan importante quién lo hizo ni cuándo lo hizo, sino el histórico acumulado de todo ello junto. Mi visión ante esto es que podamos ir desinflando el globo del trauma sacándole un poco de aire cada vez que se comparte vulnerabilidad y una porción de las heridas.
¿Podrías escribir en algún lugar algo de todo eso que duele y sacarlo? Compartirlo con los demás puede ser una gran salida
Fotografía de Daniel Vázquez
Una respuesta a «Atrévete a compartir tu vulnerabilidad y tus heridas con el mundo»
La felicidad no es reírse todo el rato. Ni mil likes. Ni cenar cada día fuera. La felicidad es (entre muchas otras cosas) reconocer que quieres algo y poner tu empeño en lograrlo. Y si no lo consigues tampoco pasa nada. Y no hace falta que sea año nuevo para hacerse propósitos. Gracias por el post 🙂