En episodios anteriores te hablé de diferentes estrategias que me había ido encontrando para poner el foco.
Los objetivos que nos lleven hacia nuestro propósito pueden ser ambiciosos. Está bien que lo sean: así nos permiten crear un plan de acción potente.
Aquí la misión de cada uno es llevarlos a cabo de la manera más creativa y factible posible.
Y yo añadiría un elemento que a veces se nos olvida a muchos: el disfrute.
Un camino que no se disfruta, al final se convierte en un camino de sufrimiento
Disfrutar con cada pequeño elemento que aparezca en nuestro camino o proceso hacia nuestros objetivos. Por ejemplo contemplar la naturaleza que nos encontremos a nuestro alrededor al ir a comprar pan.
Disfrutar con la curiosidad de un niño que juega por primera vez, aunque los demás te miren con caras raras (porque quizá ellos no se atreven a sacar eso de sus adentros).
Disfrutar con esas pequeñas cosas que hacen que un día se convierta en soleado, partiendo de una mañana tormentosa.
Petarte de la risa con el nombre de una tienda que acabas de ver yendo al trabajo y compartirlo por Whatsapp o Telegram con tus amigos y familia.
Puede que llegues a tus metas en mejor estado de salud si cada acción te sale con una sonrisa, aunque sea interna
Al final, llegarás… Igual que ese hombre tan serio y trajeado que te cruzaste en la casilla de salida, pero a lo mejor has saboreado antes un poco más todo el proceso y no te quedas parado en la meta con la sensación de «¿Y ahora qué?» (esto último puede desencadenar una nueva carrera en búsqueda de lo que en esta carrera no encontraste).
¿Por dónde puedes empezar a disfrutar más del camino?
Fotografía de Daniel Vázquez