Permitirse la abundancia, o permitirse a uno mismo salir de la escasez, ya sea a nivel material o emocionalmente, es un camino en sí mismo. Hablamos sobre merecimiento, dejar que lo bueno entre en la vida de uno y también que pueda existir la abundancia en nuestro día a día.
Quizá hemos vivido una infancia en la que había austeridad, ya fuera económica, material o emocional: todo lo que aprendíamos llevaba incorporado el tinte oscuro de «estar incompletos» o «no puedes ir más allá, es demasiado».
En este aspecto, ese vacío algunos lo hemos intentado llenar luego con lo que nosotros creíamos que faltaba: hay quienes se han ido a buscar comprensión emocional, otros a buscar la fortuna económica… O hay quienes han seguido en modo conformista aceptando que si la vida le da eso solamente, es que a lo mejor no merece nada más.
Y aquí entramos en el juego del paredón con nosotros mismos: como no merecemos más, nos quedamos ahí, jugando al minimalismo, presumiendo de que no necesitamos más… Cuando puede ser realmente una trampa.
A veces, vivir con lo mínimo es una manera de no salir de la zona de confort, de quedarse fuera de merecer una vida mejor con algo más. Quien no se permite sonreír, pensando que la alegría es una emoción negativa y accesoria, se queda pensando que merece ser triste de por vida, que de esa manera conseguirá que le miren y le quieran (en modo víctima).
¿Te paseas por todos los pasillos del supermercado para ver si pudieras necesitar algo más -que no ves/recuerdas de entrada-? ¿Te abres a la posibilidad de poder introducir elementos que mejoren tu merecimiento?
Si el edificio está diseñado sin ladrillos (o te lo han diseñado sin ladrillos), es normal que nunca tengas que comprar ladrillos: te has construido sin ellos y «parece que funciona». Pero… ¿Y si pudiéramos complementar nuestra propia arquitectura con elementos nuevos para descubrir si podría funcionar mejor?
No querer introducir nada más por si acaso el edificio se derrumba (o «mejor seguir pasando penurias emocionales con lo [poco] que tengo») tiene implícitos los ingredientes de rigidez, una pizca de masoquismo y miedo a lo desconocido. Pero hay que recordar que son patrones que hemos ido aprendiendo: también se pueden desaprender si uno mismo entra en modo consciente y está dispuestx a cambiarlos.
Si pudieras pedirte ayuda a ti mismo, ¿qué elementos nuevos introducirías en tu vida para probar un camino diferente al que llevas explorando estos años?
Fotografía de NordWood Themes en Unsplash