En la isla de «Reclamo mis unicornios» tenemos cabida todxs: aquí no hay definiciones o etiquetas; tampoco hay muros más allá de aquellos que nos imponemos a nosotros mismos. En el faro que preside la playa volcánica de la isla viven nuestros unicornios, los cuales, aunque hayan sufrido roturas, al más puro estilo Kintsugi han sido reparados creando algo único e increíble. Es hora de reclamarlos, hacerlos nuestros y conocerlos.
Somos como el agua y sus estados: todos tenemos una personalidad cambiante y evolutiva. Somos tan parecidos al agua, que es maravilloso cuando podemos fluir, adaptándonos al contorno de los acantilados que rodean la isla. Congelarnos y no dejar pasar, y decir «hasta aquí llegué» para cerrar un camino o convertirnos en un iceberg para que otros pasen y ayudarles. O incluso evaporarnos, haciendo bomba de humo, para volvernos a convertir en líquido y caer en un nuevo lugar. Cuando el agua reclama su lugar, nada ni nadie puede detenerla.